lunes, 4 de abril de 2016

Y..., ¿qué más?


¿Un camino u otro? Resaca de sábado, de fin de semana, de victoria con sabor..., aún no se a qué. Desde el viernes, los acontecimientos se han sucedido sin preguntar, uno tras otro, sin saber qué decisión tomar ni qué hacer. Mi esclerosis tomaba el control y me manejaba a su antojo. ¿Pensar en el clásico? Quizá era lo que menos me hacía falta si el equipo seguía la tónica de desesperanza en la que nos tenía amotinados a la mayoría, o al menos, a mí.
Y ahora, aún casi sin poder creerlo, el 1-2 sigue pareciendo un sueño que no se ha hecho realidad.



Me senté frente al televisor, he de decir que casi por obligación, por darles la oportunidad de callarme la boca, borrar lo escrito y darme la inyección de adrenalina que tanto necesitaba.
« Mal, mal, mal», por mi cabeza no pasaba nada más que aquellas palabras que lo decían todo. Ausencia de intensidad, sentir que mis peores pesadillas se transformaban en la única realidad, en el fondo la más lógica: sin ritmo, ganas, fuerza, garra y... canelita, pero no en rama, sino en Sergio Ramos. Cuando el NoPenalti a Messi fue repetido de manera repetida y no hubo robo alguno —que sí falta—, pensé que antes o después les sería devuelto a un precio muy alto la pañolada en el Campo Nuevo.
Por un momento, creí que si ya nos habían burreado tomando el control al principio del partido y seguíamos vivos, igual algo bueno pasaba, que éramos el Real Madrid, que por qué no; pero ese acto de fe haría más dura la caída y mi salud no me permitía estar más en el suelo, al menos de esa manera.Con el gol culé decidí que ya estaba todo perdido, que ni siquiera tener a un gran portero bajo palos como Keylor, nos podría salvar. No veía en los jugadores la actitud que se necesita para una remontada y de repente, ese francés, Karim, mi Karim al que defiendo y he defendido cuando nadie creía en él, culmina una gran jugada de fútbol, pero el de verdad. Ese fútbol que no te hace sentir como las vacas mirando al tren, que es sencillo —o se hace sencillo—, ese fútbol que pedimos al Real Madrid. Mis filtros para evitar un aumento de síntomas, fueron derrotados por lo que veían mis ojos: ¿Estábamos dominando? ¿El físico del barça estaba llegando a su fin?
Gol de Bale, gritos ahogados, euforia... anulado. Era de esperar, en mi cabeza solo veía la falta de Ramos a Messi en el primer tiempo. Todo se vino abajo, cuando lo merecíamos de verdad... aparecía el jugador número 12. ¿queríamos más? Canelita fuera.
A raíz de ahí todo vino rodado, larguero de Cristiano, gol de Cristiano —no me preguntéis qué fue primero porque ya ni me acuerdo— y el final del partido: 1-2.

Como dice el gran @acjroller, han hecho falta tres goles para ganar 1-2. A lo que añado, jugar con 10 y tener bajo palos un portero, algo que hacía mucho que no teníamos. Ellos celebraron su gol como si de ganar la UCL se tratara, mientras nosotros nos alegrábamos no solo de lo que suponen los goles, sino de ganar. Verbo que es y debe ser sinónimo de Real Madrid. Su celebración solo denota lo grandes que seguimos siendo para ellos aunque ni nosotros mismos muchas veces lo veamos.

No nos quedan más opciones, un camino u otro, ambos deben llevarnos a seguir una línea ascendente que al menos, nos haga sentir orgullo. Orgullo de ver un equipo bajo nuestro escudo, un equipo en el que ese escudo pueda apoyarse y ser más grande. Porque ahora, sí o sí, solo queda ganar y devolvernos al sitio que se merece el Real Madrid.

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